Por Iván Delhumeau. Analista político.
El Presidente Andrés Manuel López Obrador asistió a la reunión del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas, y además le tocó presidirla. A su llegada fue recibido por decenas de personas que le mostraban más que su apoyo su devoción, el grito de ¡Pre…si…dente! ¡Pre…si…dente! demuestra que los mexicanos residentes en Estados Unidos no tienen ni idea del daño que el tabasqueño le está haciendo a la nación, empezando por una larga lista de acciones de la ya inminente militarización del país, y cuidado con eso porque así inician las dictaduras. Sería bueno que nuestros paisanos supieran que su Pre…si…dente presume como logro las remesas que semanalmente envían a sus familiares residentes en México. Dinero ganado con el sudor de todo su cuerpo, presumido como hazaña de la 4T.
Pero la cálida recepción de mexicanos queda como algo anecdótico, más allá de que sea digna de un estudio antropológico o hasta teológico que se le tenga que hacer a personas con ese grado de fanatismo. Lo sustancial del discurso de López Obrador, fue que aprovechó la oportunidad para hablar de lo mismo que habla todos los días desde hace años en México, es decir, el Consejo de Seguridad de la ONU, que tiene la responsabilidad primordial de mantener la paz y la seguridad internacionales, le sirvió de mañanera.
En dicha reunión López Obrador se comportó como lo hacía como candidato presidencial, soltando cifras sacadas de su mente, sin que provengan de un estudio previo. En un foro eminentemente de seguridad, adelantó que propondrá ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, la creación de “El Plan Mundial de Fraternidad y Bienestar”, esto para garantizar el derecho a una vida digna a 750 millones de personas que según él sobreviven con menos de dos dólares diarios.
Lo inaudito, aseguró que dicho plan sería financiado por tres fuentes: una “donación” de 4% de los ingresos de las personas más ricas del mundo; el 4% de los ingresos de las corporaciones más grandes; y el 0.2% del PIB de cada país del G20. Entrecomillo la palabra donación, porque entonces López Obrador quiere decir que dichas aportaciones serían “voluntarias”, pero, ¿de verdad el Presidente de un país puede ser tan ingenuo como para creer que alguien de ese nivel va a donar el 4% de su fortuna “por voluntad propia”? O si equivocó el término, y en realidad se refería a que deberían “pagar” un impuesto para ese fin, ¿en verdad cree que sería fácil crear un mecanismo tributario que obligara a semejantes monstruos de la economía a aportar dicho porcentaje de su fortuna? Y lo remató con el planteamiento más ingenuo: que el monto de1 billón de dólares se reparta y entregue directamente a los beneficiarios a través de una tarjeta de débito.
Además ¿de qué cálculos sacó esa cantidad? ¿En realidad sabe a cuánto ascienden los ingresos de esos ricos como para asegurar que el 4% de todos asciende a 1 billón de dólares? En México ya sabemos que AMLO a menudo se equivoca en el diagnóstico, pero ahora el papelón lo fue a hacer al extranjero.