El Diván: El Miedo

El Diván: El Miedo

Por Abraham Rojas

«Una fuerza se determinan y se mide por sus alcances, por los efectos directos y colaterales que causa; bajo ese argumento el miedo es una fuerza de movimiento, pero también la causa de la inamovilidad; es la gran causa y su efecto resultante es la vida misma».  

El miedo es tan escurridizo, es como una bacteria, que como buen camaleón se camufla y se disfraza como del valor mismo, pues el miedo, es aquél acto arrebatado, es esa acción anticipada, eso es el miedo actuando como defensa de si mismo y toma la misma valentía para protegerse, como lo haría un virus o una bacteria.

También el miedo se disfraza del supuesto amor que el apego provoca, cuando se vive y se aprende a lidiar con alguien o algo, entonces se sufre por ello o a causa de ello, creyendo que en el amor se sufre, cuando en realidad por miedo a la soledad se resigna la existencia y se desprecia a la vida misma.

El miedo también es esa duda que causa y genera la equivocación, pues una decisión empujada por el miedo será propensa por su misma naturaleza a la duda y esa duda puesta en acción genera más probabilidad fracaso.  El miedo se disfraza a su vez de precaución ese miedo a un evento pasado que podemos denominar como «estrés post traumático», ese poder que se le da a ese evento trágico, esa exagerada precaución, logrará que se repita ese evento, pues indudablemente la vida misma por azar o por destino pondrá un suceso similar de nuevo frente a nosotros, entonces ese miedo nos hará sucumbir de nuevo ante aquello que tanto se tratamos de evitar, y al final el miedo siempre tuvo el control y se logró afianzar con esa segunda catástrofe, ahora, nunca se irá.

Un fotógrafo, en lo más alto de un rascacielos observaba a través de su cámara la parte más transitada de una famosa ciudad en occidente, buscando la mejor vista para capturarla, observó tres sucesos que llamaron su atención:

 “Un hombre que había caído en una alcantarilla se levantó y siguió su camino mirando con obsesión aquella alcantarilla, para luego más delante caer en otra, luego más delante cayó en otra, siguió así hasta quebrar sus piernas”.

“Una sedienta mujer, se apresuraba a coger el vaso con vino que le ofrecía un hombre barbado y de largo pelo; en su desesperación, sus manos temblorosas derramaron la espirituosa bebida y su sed no se calmó; sino que aumentó”.

“Dos viajeros caminaban cojeando, era evidente que un dolor provenía de sus pies; ambos llevaban hermosos zapatos de color rojo, la gente que miraba aquél bello calzado, se los hacía saber por medio de halagos; la belleza del calzado era proporcional a su incomodidad, eso era notorio, sus pasos lo hacían más que evidente. Uno de ellos, el más viejo se quitó los zapatos, entonces , su cara mostró un descanso espiritual, y siguió su camino con pasó más firme, con paso más seguro y dejó atrás a su compañero de viaje. El otro viajero recogió los zapatos de su compañero y se los puso en las manos, ahora, él caminaba como un animal cuadrúpedo.