Reyna y su lucha contra el cáncer

Por Lalo De los Rios.
Conmemorando el Día Mundial de la Lucha contra el Cáncer de Mama, Reyna Guadalupe Sánchez, contadora de profesión, con cuarenta años de edad, nos compartió su experiencia reciente en la lucha contra este cáncer, con los retos y dificultades que vivió para ver una luz en el camino.
¿Cómo supiste que padecías cáncer?
Como bien dicen, el cáncer no duele, y no te das cuenta hasta que ya va muy avanzado. Fue a finales de septiembre de 2023 que fui al CREE (Centro de Rehabilitación y Educación Especial) de Gómez Palacio para llevar a mi niño a terapias, él tiene síndrome de Down. Una de las dinámicas consistía en estar en alberca con un flotador, y sosteniendo a mi hijo, apreté fuerte las axilas para no dejarlo. Fue ahí donde sentí un dolor muy fuerte en mi lado izquierdo, pasó muy rápido, unos segundos, pero fue algo que no esperaba.
Ya cuando se pasó seguí con mis actividades, pero desde ahí algo me dijo que no andaba bien con mi cuerpo. Dos semanas después, cuando me estaba bañando, noté algo extraño en mi seno del lado izquierdo una espinilla, cercana a la axila. Se me hizo raro porque nunca me había pasado, pero pensé que sería algo hormonal y lo dejé pasar. Una semana después, esa espinilla ya no era tan espinilla, sino un bultito que salía de la mama. Ahí la verdad me asusté. Y decidí buscar a mi ginecóloga.
Después de platicar con ella, porque la verdad fue la primera opción profesional que me vino a la mente, y me hizo algunos estudios, y sacó líquido con una jeringa para drenar ese bultito. Fueron tres jeringas, pero la bolita se desvaneció. Después de quince minutos de platicar con ella, la bolita ya estaba en su lugar. «Veremos si es una infección, pero vamos a descartar cualquier problema» me dijo. Me pidió dejar un par de días para ver qué pasaba.
Cuando pasaron los dos días, la bolita ya no era roja, se estaba oscureciendo, pero seguía del mismo tamaño. «No me gusta cómo se ve. Visita a un radiólogo o un oncólogo para que nos dé un mejor diagnóstico» me recomendó.
Primero fui con el radiólogo, que era el más disponible. Cuando lo visité y me hizo ultrasonido, me dijo que efectivamente traía un tumor algo grande, alrededor de doce centímetros. Lo curioso es que estaba escondido debajo del tejido mamario. «Se ve un tumor benigno, te recetaré medicamento para desinflamar y en tres meses te veo». Salí tranquila, y le mandé los resultados a mi ginecóloga, aunque no le gustó lo que vio. «Sabes qué, mija, ve con el oncólogo, aunque seas la última en atender, pero que te vea» me insistió.
Voy con él, me hizo exploración física y me dijo exactamente lo mismo que el radiólogo, que podría ser un tumor benigno. «Podemos operar, lo retiramos y listo, hasta ahí llego» me respondió. «Lo que no me gusta es porqué hay tanto líquido en la mama, deja saco un poco para analizarlo y te doy los resultados». Me dijo que en siete días me daría los resultados. Así que tuve que esperar algo intranquila.
Cuando estaba en mi trabajo, en medio de unas reuniones con gerentes nacionales, me llega a mi WhatsApp el resultado de patología, abrí el documento. Vi datos que la verdad yo no entendía, pero al final leí una leyenda clara que decía «células positivas a malignidad». Fue como si me hubieran echado un balde de agua fría. No creo que nadie merezca recibir una noticia así, verdad, pero así fue.
Reenvié el mensaje a mi familia, y ahí fue donde mi mamá se derrumbó, me salí de mi trabajo para llorar, mis compañeros de trabajo me llevaron a mi casa para calmar la situación. Le mandé los resultados al oncólogo, y me citó para hacerme una biopsia. Fue algo muy complicado y doloroso, porque era un tumor arenoso y difícil. Otra vez tuve que pasar otros quince días para esperar resultados que lo confirmaran por ese estudio, y sí, resultó ser cáncer de mama. De ahí, lo que siguió, era saber qué tipo de cáncer era y qué es lo que iba a hacer en delante. Supe que a mí me dio tipo de cancer «triple negativo», regular en personas de mi edad o más jóvenes.
¿Qué hiciste después de que supiste esta noticia?
Creo que algunos médicos deberían ser más empáticos en cómo dan la información de este tipo a los pacientes, pues la forma en que lo tomó y me comentó lo que se venía no fue como me imaginé lo fuera a decir, pero, en fin, a darle frente. Afortunadamente tenía un seguro de gastos médicos mayores por mi trabajo.
Busqué a mi aseguradora, y me dieron opciones de médicos en Durango, y no digo que los doctores de aquí sean malos, solo me di cuenta que en infraestructura y equipo estamos muy por debajo de otros estados.
Vi varias opciones, porque tenía que ver al menos a tres especialistas para tratarme. La aseguradora me dio una opción en Monterrey en donde todos los especialistas estaban en ese hospital. Vi testimonios de otros pacientes, y como mi hermano vive allá pues decidí esa opción.
Algo que no quería es que mi familia me viera mal, sobre todo por mis hijos que son mi motor, y me preparé para viajar. Otra cosa curiosa es que por mi mente pasaba que no me iba a morir, pero ahora sé que inconscientemente sí pensaba en eso, porque empecé a dejar muchas cosas listas, documentos, situaciones, saqué ropa, muebles, como si me fuera a mudar. Fue la primera vez que además me separé de mis hijos. Afortunadamente mi familia me apoyó mucho, y pude encargarlos con ellos mientras mi esposo me acompañaba a las terapias.
Así, el 15 de noviembre de ese mismo año comenzó mi primera quimioterapia.
¿Cómo fue esa etapa para ti?

La verdad, Lalo, ese proceso fue muy doloroso, y muy pesado, nunca me imaginé a qué grado. Algo curioso es que me dieron una opción para la pérdida de cabello. La verdad yo temía mucho eso porque a lo mejor no en lo físico, sino en lo emocional te pega feo, y pensé «yo, si me veo sin cabello, me voy para abajo». Pero en Monterrey hay una opción que consiste en usar un gorro muy frío durante la terapia, de silicona, casi a menos cuatro grados. Imagínate tener ese frío durante seis horas diarias en la cabeza, era la locura. Aun así, me pidieron cortarme el cabello, cosa que me dolió mucho, porque yo amo mi cabello, y tuve que enfrentarlo. «Si en la primera quimio se ve que no te sirve mucho, mejor ni lo dejamos» me dijo la doctora.
A las terapias entraba a las ocho de la mañana, y terminaba saliendo como a las tres y media o cuatro de la tarde. Me deban náuseas, comía menos, aunque no vomitaba, y prefería dormir que comer. Así fui bajando de peso, aunque no lo quieras.
Algo que también experimenté es que, cada vez que los doctores te van dando una noticia, es como si se te bajara el ánimo, reto tras reto, detalle tras detalle. Pensando que ya iba a terminar y me decía «todavía falta muchísimo», es una lucha realmente larga. Entendí por qué hay gente que tira la toalla, porque es un proceso muy largo, lento y doloroso, y también me di cuenta que sí se me cayó el cabello, aunque mi consuelo fue que empezaba el tiempo de frío y usaba los gorritos calientes, así que lo pude sobrellevar.
Siempre me acompañó una psico oncóloga, porque quieras o no, necesitas platicar con alguien que no sea tu esposo o tu mamá, y que puedas sacar todo. Eso creo que fue un factor fundamental para no decaer. Algo que también me ayudó fue refugiarme en actividades que me gustaban, aunque estando encerrada. No es porque no quisiera salir, es que simplemente tus defensas están casi en ceros, y cualquier infección era peligrosa.
Terminé todas las quimioterapias en abril del 2024, ya con algo de cabello bien, no fue la pérdida que yo esperaba, además con diez kilitos menos, pero a partir de ahí, procedimos a la operación.
Me hicieron un estudio genético para ver si podía haber mutación, y salió negativo. Lo que seguía era hacer la mastectomía, y por lo visto iba a ser completa, porque el tumor era muy grande. De doce centímetros que medía, terminó midiendo uno y medio aproximadamente. «Hay una probabilidad de un ocho por ciento de que te dé cancer en el lado derecho» me dijo el doctor. En ese momento pensé en mis hijos, y le dije que decidía quitarme también la derecha, porque no quería que en unos años más tener que enfrentar la posibilidad de otro proceso y el peligro que tenía. Yo necesitaba estar tranquila.
Nunca te das cuenta de cómo todas las partes del cuerpo están conectadas. Cuando retiraron las mamas, vi que no podía hacer movimientos igual, porque algunos los haces con la ayuda del pecho, y todo el dolor era ahí. Mi recuperación fue muy lenta.
Después de este proceso, los médicos me dijeron que tenía que llevar otra sesión de radioterapia, esto quiere decir que vas a ir a diario por veinticinco días en una máquina de radiación. Sólo recibí radiación en el lado izquierdo. Me dijeron que este proceso era más bien para prevención y no correr riesgos.
Recuerda que para todo esto, todavía vivíamos en Monterrey. Salíamos desde donde vivíamos a las cinco de la mañana, y empezaban a nombrar a los pacientes a partir de las siete o siete y media de la mañana.
Me metían a un aparato, desnuda de la mitad hacia arriba de mi cuerpo. No debía llevar nada metálico en el cuerpo, que dejara de respirar por treinta segundos, y en ese lapso la máquina va dando vueltas en tu cuerpo.
Todo esto me debilitaba horriblemente, Lalo, llegaba a mi casa sin fuerza, directamente a dormir, como unas cuatro horas no sabía nada de mí, era muy raro el efecto que causaba. Así por veinticinco días, pero estamos hablando de días hábiles, estuve otros tres meses allá.
Cuando por fin terminaron las radiaciones, estamos hablando de agosto del año pasado, la oncóloga me volvió a dar cita. Yo pensando que ya habíamos terminado, me dice que ahora seguía quimio oral, medicamento con cuatro pastillas en la mañana y cuatro en la tarde, también fue pesado, aunque no tan intenso porque ya los tomaba en casa. Siempre vigilada por mi doctora por si sentía náuseas o algún otro síntoma, aunque afortunadamente no tuve molestias fuertes. Eso fue hasta marzo de este año.
Después de eso, en abril, me pidieron hacerme un estudio pet. En ese te inyectan una solución y hace que la imagen del cuerpo donde se pinta de rojo para decir que hay actividad celular. Si están muy intensas es porque ahí hay algo, algún tumor o células malignas.
Los resultados tardaron como diez días. Ya en la zona mamaria no encontraron nada extraño, pero en la parte de la tiroides vieron un pequeño nódulo con mucha actividad. La recomendación que me hizo la radióloga fue hacer un ultrasonido, y vieron que era indicio de algo malo. Me hicieron una biopsia ahora de la tiroides, y resultó que tenía cáncer en ese nódulo.
Lo que me explicó la doctora es que, por la naturaleza de la tiroides, se formó ese tumor, no fue por metástasis del anterior, no sabe por qué, pero muy probablemente mientras tuve el cáncer de mama, se estaba formando este otro tumor.
Y otra vez empezar otro proceso. A diferencia del anterior, este no es tan agresivo. Me retiraron la tiroides, y ahora estoy en etapa de tomar yodo radiactivo, que hace que te quema en donde estaba la tiroides, que te quema por si queda algún cáncer en esa zona.
Ha sido una etapa muy larga, dos años de lucha, pero gracias a dios he salido bien, he salido adelante. Se me venció mi seguro de gastos médicos, y he seguido en instituciones públicas, y me di cuenta que es muy tardado a comparación de los sistemas privados.
¿Qué tan importante es la presencia de la familia en este proceso?
Sabes que mi mamá padeció mucho, si yo vomitaba, vomitaba junto conmigo, era un estrés para todos. Los gastos son muchísimos, muy grandes para todos. Te afecta en lo psicológico y emocional, incluyendo a mis hijos, que pasaron conmigo ese dolor. Sin embargo, aprendí que generando redes de apoyo es como se puede salir adelante, tanto económica, moral y espiritualmente. Hay quienes se alejan, no lo voy a negar, de repente volteas a ver y la gente que pensabas estaría contigo ya no está, y quien menos espera se encuentra a tu lado.
¿Qué recomiendas a las personas que pasan por esta situación y a las que aún no lo padecen?
Solía ser una persona con mucho sentido de responsabilidad, y trataba de no faltar a mi trabajo ni un día, siempre cumpliendo en tiempo y forma. En ese lapso, pierdes la perspectiva, y no te das cuenta le restas importancia a la salud, dejándola de lado a veces hasta en una situación correctiva.
Quiero mencionar esto porque es vital darle importancia a tu salud, porque si tú no estás bien, no va a estar bien tu familia. Ahora veo que es necesario no matarse en el trabajo. Es importante porque te dan una buena calidad de vida y la solvencia económica, pero hay que cuidarse, revisarse y atenderse.
Te llegas a sentir culpable del porqué no te atiendes antes, pero te das cuenta que culparte no te lleva a nada, y es mejor afrontar la situación con las herramientas que tienes a la mano.
Mínimo les recomiendo un ultrasonido una vez al año, y ahí se ve todo de cómo está tu cuerpo, y checar cuándo estas mal. Además, la doctora me enfatizó que de aquí en delante debo llevar una vida sin estrés, tranquila, y entender que no todo depende de ti. Si puedes delegar cosas, delegarlas. Yo era una mujer de nunca pedir ayuda, y esto me enseñó que puede ser diferente.
Aprendes lo importante que eres tú, lo importante que es tu cuerpo, y que perder una parte de tu cuerpo no te define como persona. Me hicieron una reconstrucción mamaria, y obvio no quedas igual, te quedan cicatrices físicas y emocionales del proceso, pero eso no te define. Esto lo veo más bien como marcas de victorias que conseguido, y por ahora, estoy en un proceso a pasitos de decir «ya lo logré» si dios me lo permite.
Es primero pensar en ti, y obviamente estás bien, tu familia y tu entorno también va a estar bien.