Por Adrián Gerardo Ávalos Alarcón/Fotografía: turimexico.com
Empezaban los años 1800, para ser exactos y según los registros históricos 1837, cuando por instrucciones del ex presidente de México; Anastasio Bustamante, gira instrucciones a su entonces secretario de hacienda Don Francisco Arriaga la construcción de la primera línea ferroviaria del país, con esta línea se conectaría el entonces y ya heróico puerto de Veracruz a la capital del país. La construcción de este primer tramo duro alrededor de 12 años, estamos hablando de los primeros 13 kilómetros y tenían como destino al molino de la ciudad. Con una inversión de 6 millones 500 mil, de capital inglés iniciaba en México una era de modernidad y desarrollo, o por lo menos a si se creía en ese entonces.
Hay que destacar el impulso a este medio de transporte que recibió por parte del gobierno de Don Porfirio Díaz, ya que para 1910 la red ferroviaria en México ya alcanzaba poco más de 29 mil kilómetros con estaciones en puntos importantes del país.
Durango no sería la excepción de beneficiarse de este y para aquella época moderno medio de transporte. Fue en 1892 cuando llega a nuestra ciudad el primer tren procedente de la ya pujante Laguna. Para esto ya se avizoraba la construcción de una de las terminales más hermosas del norte de México y esto se lo debemos al por supuesto Duranguense y Canatleco Don Felipe Pescador, quien siendo gerente de “Ferrocarriles Nacionales de México” da inicio a esta construcción.
Hoy una de las avenidas más importantes de Durango lleva su nombre y alberga nuestra “Antigua Estación del Ferrocarril”. Como no recordar aquellas mañanas en las que en compañía de mi familia subíamos al tren con destino a Otinapa, toda una aventura de la que después les contaré.
Desde principios del siglo XX ya se tenía la visión de la construcción del ferrocarril Durango – Mazatlán y desde entonces ya se consideraba como una de las obras más importantes de México por el enorme beneficio económico que representaría unir el Océano Pacifico con el Golfo de México, desde entonces ya se consideraba también una de las obras más costosas de la historia en México. Y es que domar al diablo y su espinazo no sería tarea fácil.
El trazo del que se tiene registro es de alrededor de 400 kilómetros Durango – Mazatlán. Y es entre 1912 y 1920 que se construyen los primeros tramos de la ciudad de Durango hasta El Salto, Pueblo Nuevo, haciendo escala en la estación de Llano Grande y la estación de Otinapa a la que le guardo un especial cariño.
El verdadero reto de ingeniería queda en los tramos posteriores a la estación de El Salto, en el municipio de Pueblo Nuevo, donde empieza los tramos más complejos de la majestuosa sierra de Durango, donde el diablo y su espinazo no han querido doblegarse al paso del tren. Alrededor de 1960 por cuestiones geológicas, topográficas y económicas se decide detener los trabajos que conectarían el tan deseado y necesario tren Durango–Mazatlán. Repito, el diablo y su espinazo habrían ganado desde ese entonces a la ingeniera mexicana.
Iniciaba la década de los 90, un México que buscando el desarrollo económico e industrial firma en noviembre de 1992 el “Tratado de Libre Comercio con América de Norte o TLCAN”, entrando en vigor en 1994. A partir de este momento se convierte en uno de los tratados de libre comercio más importantes del mundo. El objetivo de este tratado era fomentar, facilitar, agilizar y estandarizar los procesos de comercio exterior entre Estados Unidos, Canadá y México.
Este tratado de libre comercio ha sido tan exitoso para la región que según cifras de la secretaria de Economía solo entre 1993 a 2018 el comercio entre los países socios se ha cuadriplicado pasando de 297 mil millones de dólares, a 1.14 billones de dólares. Y es que este aumento en el intercambio comercial en la región ha generado la evolución de este tratado de libre comercio, ahora lo conocemos como T-MEC “Tratado México, Estados Unidos y Canadá”. Más adelante hablaremos a detalle de los beneficios del TLCAN y su evolución, por ahora es importante solo mencionarlo ya que tiene una relación muy grande con la historia del tren en México y sobre todo con el ferrocarril Durango – Mazatlán, que es lo que nos compete en esta ocasión.
Hoy el mundo es diferente, vivimos en un mundo globalizado, donde un buque encallado al otro lado del mundo hace que los productos comprados en alguna página de internet se retrasen unos días, donde un atentado terrorista en una ciudad hace modificar los procesos de comercio en todo el mundo y no hablemos de lo que pasa cuando surge un nuevo virus al otro lado del mundo….. Este es el mundo de hoy, y este mundo globalizado exige un comercio más rápido, ágil y económico.
Hoy, El Espinazo del Diablo, tiene un nuevo contrincante, y me refiero a la globalización. Justo como a principio de los años 1800, estamos hablando de casi 200 años después, surge de nuevo la visión de conectar el Océano Pacifico, pero ahora con el bloque comercial más importante del mundo (EUA, México y Canadá) conocida ahora como América del Norte, una zona mucho más integrada económica y culturalmente que hace 200 años. Si, a través de una línea férrea, y estoy hablando del nuevo proyecto de conectividad mejor conocido como “Corredor T-MEC”.
El “Corredor T-MEC” tiene una meta mucho más grande, y es generar una conexión Mazatlán, México–Winnipeg, Canadá. Pasando por una compleja zona geográfica principalmente entre los estados de Sinaloa, Durango, Monterrey, Texas, Chicago y Manitoba. Una vez más, el capital internacional apuesta en esta gran obra, la misma es dirigida por el consorcio internacional Caxxor Group, este es un grupo especializado en fondeo para construcción de infraestructura a nivel mundial. En esta ocasión, son 3mil 300 millones de dólares la inversión que busca domar al “Espinazo del Diablo”, ya que, de todo el proyecto, es la zona geográfica más complicada de construcción de vías férreas.
Cabe destacar que este proyecto tiene como objetivo reducir los tiempos y costos de entrega de mercancía continental “Asia-Pacifico”. Para esto, se rehabilitarán vías férreas ya existentes en todo el corredor, así como la construcción de nuevas líneas, por supuesto la faltante desde hace años “Durango – Mazatlán”. Esta inversión histórica para México y la región traerá consigo la ampliación y modernización del puerto de Mazatlán, rigurosamente tendrá que ser de gran calado y la construcción de un astillero en el puerto. Por supuesto, y como consecuencia del aumento en el tráfico de mercancías de este puerto, Durango tendrá la oportunidad de convertirse en un centro logístico de mercancías de talla mundial.
Hoy en Durango hay mucha ilusión de este proyecto, después de casi 200 años tenemos otra oportunidad, una oportunidad de ver a nuestro Estado industrializado y de recibir a los grandes capitales con los brazos abiertos. Claro que estamos preparados, tenemos grandes universidades que todos los días forjan profesionistas con gran valor y visión, tenemos los recursos naturales para desarrollar nuestra propia industria, tenemos el valor que como sociedad se requiere para afrontar el enorme reto que viene para Durango, pero sobre todo tenemos lo mejor que puede desear cualquier nación: Gente trabajadora, gente honesta, gente de bien y gente de progreso. Por eso le digo a los jóvenes; Emprendan, emprendan, emprendan. Vienen cosas grandes para Durango.
Por último y sin afán de entrar al terreno político, del cual podemos hablar más adelante, me despido por ahora, enviando un cordial y muy respetuoso recuerdo a Don Pedro Ávila Nevárez QEPD, quien a sabiendas del enorme beneficio que traería la conclusión del tramo ferroviario Durango–Mazatlán siempre gestionó con rigor y orgullo este proyecto. Don Pedro Ávila siempre decía; Durango le ha dado tanto a México que México está en deuda con Durango.