Iván Delhumeau

Tener a una persona incapacitada mentalmente presidiendo el gobierno de un país puede tener consecuencias catastróficas, como ya quedó demostrado en Estados Unidos. La irrupción violenta de los partidarios de Donald Trump en el Capitolio el pasado 6 de enero, es una muestra de la sinrazón en la que puede caer un populista que no acepta la derrota en las urnas. Y no sólo eso, sino que ya ha habido voces cercanas a él, que han dicho que debido a que no creen en la democracia estadounidense, podrían abandonar el partido Republicano y formar uno nuevo. ¿Dónde hemos escuchado algo parecido? ¿Será que en verdad a Trump lo asesora ya saben quién?

En nuestro país las cosas no son tan distintas, el enfrentamiento que el presidente de la República pretende iniciar contra el Instituto Nacional Electoral, porque el Consejo General le ha hecho el respetuoso llamado a suspender las conferencias mañaneras, porque así lo exige la ley durante el proceso electoral, puede ser el inicio de un caos que desemboque en la insurrección. El presidente tal vez ignore que el INE para organizar las elecciones toca la puerta de los ciudadanos insaculados para ser funcionarios de casilla, a través de miles de ciudadanos investidos como Capacitadores Asistentes Electorales, y si el mandatario hace ver a la institución electoral como enemiga de la libertad de expresión y de la democracia, le pone cuesta arriba el trabajo de hacer su tarea principal: instalar las casillas el día de la jornada electoral.

Y eso que apenas estamos en la elección intermedia, donde solamente se renovará la Cámara de Diputados, además de 15 gubernaturas, varios congresos locales y Ayuntamientos, sin embargo, para efectos políticos, la elección de mayor importancia política para el gobierno federal es la elección de la próxima legislatura federal. Cuando digo “solamente”, no me refiero a que la elección de la Cámara de Diputados no tenga importancia, sino que ya desde ahora me parece pertinente pensar en el riesgo que puede haber en la elección presidencial del 2024.

Así, al estilo de Trump, ̶ o ¿acaso debo decir que al estilo de siempre de López Obrador, de no reconocer la derrota en las urnas?  ̶ se podría dar el escenario de que el presidente de la República en determinado momento no aceptara la derrota  en las urnas. El problema es que como ya lo hemos visto, cada vez más áreas de la administración pública federal se están militarizando, como las aduanas, la seguridad pública, el área de comunicaciones y transportes a través de la construcción del nuevo aeropuerto, tren maya, las de la salud con varios hospitales, y las que se acumulen.

El riesgo de que le esté dando tanto poder al Ejército, está en que en los Procesos Electorales Federales, los militares se hacen cargo de la custodia de las boletas y material electoral, y lo resguardan desde su impresión, hasta su destrucción por ley, de manera que si a AMLO se le ocurriera dar la orden de que las fuerzas armadas tomaran el control de la elección si es que siente perdida su sucesión, entonces nuestra democracia estaría destruida por completo.

La opinión en este artículo es responsabilidad de su autor.

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