Por Iván Delhumeau
La semana pasada se llevó a cabo el proceso electoral sindical más vigilado de la historia, y sin duda un parteaguas en las relaciones colectivas de trabajo entre empresas y sindicatos. Ocurrió en la planta de la empresa General Motors de origen norteamericano asentada en Silao, Guanajuato.
Este hecho inédito en la vida sindical de nuestro país se dio porque en el marco de los acuerdos del Tratado de libre comercio entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) el gobierno de nuestro vecino norteño más cercano pidió que se revisará una aparente violación a los derechos laborales en dicha planta armadora de vehículos.
Estamos ante un hecho sin precedentes en la vida laboral de México, donde una central obrera, la Confederación de Trabajadores de México (CTM) durante décadas permitió que se abusara de los trabajadores mexicanos. Llama mucho la atención que fue el gobierno de Estados Unidos el que exigió se tomaran cartas en el asunto. Quedó demostrado entonces que eso de hacer obligatoria la democracia sindical en las empresas que operan en nuestro país, sean nacionales o extranjeras, va muy en serio.
Llama la atención que el propio Gobierno Federal, a través de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social haya solicitado al Instituto Nacional Electoral que participara como observador en dicho proceso de renovación de dirigencia sindical, tomando en cuenta la animadversión que tiene la 4T con la institución garante de la democracia, y sobre todo que quien lo haya hecho sea la titular de dicha secretaría Luisa María Alcalde, pues de los miembros del gabinete es una de los que más contaminados están por una ideología de izquierda caduca y anacrónica. Ahora sí necesitaron del INE.
También supervisó la jornada electoral de dos días la Organización Internacional del Trabajo (OIT), así como la misma Secretaría del Trabajo. Las instituciones observadoras en breve darán a conocer un reporte donde emitirán sus comentarios y observaciones acerca de lo sucedido. Sin duda deberán resaltar que quizás por primera vez en la historia laboral de nuestro país hubo elecciones limpias en el sindicato de trabajadores de una empresa. El hecho es histórico porque si no propicia la desaparición de la CTM, por lo menos con esto se le está invitando a adaptarse a los nuevos tiempos. Pero dicen por ahí que “chango viejo no aprende maroma nueva”, y no se trata nada más de practicar la democracia de ahora en adelante, se trata de que desde su origen dicha central obrera nunca fue demócrata, todo era simulación. Simularon tanto que ellos mismos se llegaron a creer que sus elecciones eran democráticas, y cuando tuvieron frente a sí unos comicios vigilados por instituciones realmente demócratas como el INE, que aun limitándose a presenciar y documentar el procedimiento, supo imponerse con el sólo hecho de estar presente, e impidió que el sindicato hiciera sus tradicionales prácticas fraudulentas.
Bienvenida la nueva época de democracia sindical en las empresas asentadas en territorio mexicano.