Por Abraham Rojas

El Alephde Jorge Luis Borges es uno de los cuentos más emblemáticos y místicos de este autor, este, es considerada como una historia de culto en la comunidad de intelectuales literarios y claro que existe más de una razón para ello.

El gran Borges hace una gran gala de su erudición y arquitectura en el texto, perfila en este cuento su estilo único de narrador de relatos fantásticos, profundizando sobre una de sus grandes inquietudes: el infinito.

El cuento es relatado y narrado, siempre en primera por el mismo Borges, usando su propio nombre. Este Borges ficcional comienza el relato tras la muerte de Beatriz Viterbo, a quien había amado sin ser correspondido. A este Borges ficticio solo le quedará mantener intacto, en lo más posible, el mundo y sus costumbres aunadas a sus rutinas, asociadas a su relación con Beatriz. Dicha obsesión lo hará visitar la vieja casa de la familia de Beatriz en cada aniversario. De esas visitas nacerá una relación con el primo hermano de la mujer: Carlos Argentino Daneri. La relación se estrechará entre ambos y Daneri comparte con Borges una serie de poemas solía hacer, con la esperanza de que Borges convenza a un importante escritor de publicarlos. Para Borges, son poemas mediocres, pero al sentirse comprometido le hace creer que hablará con el escritor.

Meses después, Borges recibirá una llamada del mismo Daneri, esta llamada lo cambiará todo. Daneri le dice que la antigua casa será demolida. Es allí cuando revela su secreto: en el sótano se encuentra un “Aleph”, este se puede definir como un punto desde el cual se puede ver todo el universo simultáneamente, y del que necesita para escribir.

Borges concuerda con que la casa no puede ser demolida. Pero, además, le intriga saber si en verdad existe “el Aleph”. Al llegar al lugar, descubre que desde el escalón diecinueve del sótano puede verse “el Aleph” es una circunferencia de apenas unos centímetros de diámetro la cual permite verlo todo, este pequeño circulo esconde un microcosmos infinito dentro de sí mismo. Quien logra ver a través del Aleph ya no podrá sorprenderse por nada, pues podrá decirse que ya lo habrá visto todo.